miércoles, 3 de octubre de 2018

20 de diciembre


Nacer da miedo, nadie duda de eso, por lo tanto es un hecho, el miedo se pasa cuando eres parida, es como una agonía que termina cuando te das cuenta de que lo que te espera es la vida, y luego confías en la vida porque tuviste miedo pero ella te espera después del miedo. Yo tengo miedo de nacer, como todos, y la vida me espera, como a todos, pero no confío plenamente porque no fui yo la que nací, me sacaron por cesárea. Primer fracaso de mi vida, debería ser confiada, pero no los soy porque no pude comprobar por mi misma que después del parto está la vida, porque no me parieron, me sacaron.

Por lo pronto sólo sé que ya no estoy en el paraíso líquido donde creo haber estado plena, la zona conocida desde la que me quise aventurar a nacer. Se que ya no estoy ahí porque siento sueño, hambre, frío, calor, dolor, alegría. Se que puedo volver a ese paraíso porque lo he experimentado: lloré y luego me calmé, me sentí aliviada. Sentir alivio se parece a estar ahí, como cuando despierto de un sueño reparador, o cuando me alimentan, o cuando se me pasa el frío y el calor.

Me entusiasmaba la aventura de ser parida, me asustaba, pero quería transitar el miedo porque presentía que me sentiría aliviada después. Malditos doctores que no me permitieron vivir ese momento. No importa, debo pensar que gané, porque por una parte, tendré una buena excusa: en el futuro podré culpar a la cesárea cada vez que dilate una agonía por miedo, cada vez que el momento de sentir alivio se demore en llegar (creo que después de esta cesárea será más difícil arrojarme a lo desconocido).

Por otra parte, eventualmente ganaré satisfacción, porque mientras más intensa sea la agonía, más placentero será el momento de superarla, eso pasará después, por ahora, en este día en que veo un mundo distinto por primera vez, es mi madre la responsable de darme alivio, y ella será la culpable si algo más sale mal.

Pero por mucho que algo salga mal, la oportunidad de nacer se repetirá en otros momentos de la vida, y a lo mejor puedo programar a mis células para que si confíen, puedo hacerlo yo misma, oportunidades como: alcanzar una meta, superar obstáculos, hacer una confesión difícil. Si, todas esas serán oportunidades para re-nacer y para recordar el paraíso, para en definitiva, sentir alivio. Otra opción es que aprenda a disfrutar de la agonía, eso también es posible.


No hay comentarios:

Publicar un comentario