Yo no decidí tener la costumbre de escribir, lo que pasó fue que mi abuela
para mi cumpleaños número 12, me regaló un diario de vida, de ahí en más la
escritura se transformó en un hábito para mi. Ese diario duró 5 años, escribía
solo cuando me sentía muy atormentada, o muy enamorada, que en ese tiempo era
casi lo mismo. Mi motivación para escribir ha ido cambiando, una vez me declaré
a mí misma que mis razones para hacerlo, eran cultivar mi propio jardín, esa
idea genial que tuve era una metáfora acerca de la posibilidad de decidir yo
misma cuáles serían mis valores, más allá de si estoy equivocada o en lo
cierto. Pisotear o enaltecer a quien yo quisiera, y a lo que yo quisiera, en
definitiva, un espacio de soberanía que nadie me podía quitar. Después supe que
Borges había escrito un poema que decía algo parecido, y me di cuenta de lo
poco original que era mi idea, ya lo sabía, porque todas las palabras de mi
primer diario, dedicadas al amor y al desamor eran muy típicas, aunque muy
genuinas para mi.
Sé que nada de lo que se me ocurra es original, y también sé que la gente
que escribe lo sabe de sí misma, y que esa idea tampoco se me ocurrió a mi,
alguien hace tiempo dijo que la historia de la literatura no es más que el
cambio en la entonación de unas cuantas metáforas.
A pesar de todo, insisto en escribir, porque necesito espacios en los
cuales ejercer mi voluntad sin ninguna limitación, y porque aunque quisiera
pisotear todos los bosques de pino que dañan la fertilidad de mis tierras,
cuando por ejemplo me asusto de lo típica que puedo ser, prefiero tener mi
propio jardín y regar mis plantas, aunque eventualmente nadie las vea.